Por qué querer
entender dentro de la maraña de falsedades que proyecta el
“presidente de Guatemala” lo que puede quedar de auténtico , Son
tantos años de deformación del ser humano que ya ni el nombre
importa, es solo una formalidad para distinguirle dentro de otros
tantos millones de guatemaltecos. Para estos personajes hay que
inventar una palabra en grado superlativo que seguro contiene en su
raíz muchas otras que hasta hace algunos años serían suficientes
para que este tipo de personajes se llenaran de vergüenza, corrieran
con la cara oculta buscando alejarse del grupo social que hasta
entonces los acogía como uno más que en iguales condiciones había
asumido la responsabilidad de velar por la polis.
Descaro,
sinvergüenza cinismo, desfachatez , serían algunos de los vocablos
que sustentaría la nueva palabra con la que deberíamos
describirlos, considerando que su sola expresión bastaría para que
cualquier político repensara torcer el verdadero sentido de su
actuar como tal. Decirla a un político corrupto, marrullero,
hipócrita y las otras palabras iniciales en el párrafo sería
suficiente para deshacernos de él y castigarle con el destierro
eterno , porque en esto no podemos pensar en la reconversión ya que
su núcleo persona está podrido y seguramente nos engañará de
nuevo.
Lo mismo pasa con el
presidente, ya no vale la pena escucharle , verle o menos ponerle
atención, y este es solo un esfuerzo que me lleve a ratificar que la
deformación militar es tal que nos deja humanos enfermos peligrosos
que con toda la estructura crea para ellos y por ellos buscan
granjearse el turno de enfermizo poder en donde nos ven sobre el
hombro como las presas suculentas que satisfacen todas sus bajezas y
aun así reciben adoración, devoción pleitesía de aquellos que por
tanto garrote ya su cerebro presenta profundas marcas de lavado
irremediable con solo un pensamiento: “chafa y ... comida segura”
sin duda que nos siguen considerando lo miserables por los que ellos
existen y tienen sentido, cuando en realidad es todos lo contrario.
En los antros
criminales se maneja una dolorosa pero triste expresión: “La
vergüenza pasa el pisto queda”, y esto se extiende a la familia de
los criminales, estos no ven y mucho menos se avergüenzan de lo que
su papás o mamás hacen y en conjunto “normalizan” el oprobio y
con ello y sin el menor descaro asumen su propia criminalidad
justificando todo ya que han aprendido a vivir de esa forma nada
honorable y seguro buscarán el momento para asaltar el poder por el
cual sus progenitores igualmente los deformaron.
El presidente hace
muy bien su papel de muerto viviente y su conciencia le permite ser
el más vivo deshonesto que con su mascarada engaña solo al pueblo
que ha renunciado a pensar, o le han robado esa obligación humana de
la vida en sociedad. Son con él terribles monstruos que cual
lampreas se alimentan de la esencia del gigante dormido que se quizá
se de cuenta que lo están vaciando cuando tenga ya poca fuerza para
sacudirse de su maltrecho cuerpo a los detestables parásitos que lo
han llevado al estado precario de salud, educación y desarrollo en
general en el cual ahora está.
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