jueves, noviembre 03, 2011

Cacería de brujas, intolerancia, justicia y perdón

Por donde seguir adelante con tanto resentimiento que con sus agujas filosas se meten en las cabezas y corazones de todos sus actores. El asunto al final coloca a humanos llanos en conflictos ideológicos que en su momento fueron permitidos, aceptados y avalados por un Estado títere que simplemente recibía órdenes de imperios lejanos que pelearon una guerra en nuestros solares patrios, en donde por supuesto nosotros pusimos los muertos, los desaparecidos, los torturados, los huérfanos y una interminable nómina de seres dolidos que sobrevivieron y que hoy y siempre reclaman justicia. De uno o de otro lado hubo gente mala, gente que se aprovechó de las circunstancias, que se hizo rica, que se hizo poderosa, que se hizo políticamente correcta para justificar sus acciones. En este derrame de oportunidades macabras hubo muchos más que en silencio igualmente se enriquecieron, que igualmente garantizaron que su prole y sus futuras generaciones estén “bien”, fortuna, contactos, nombre heredado, becas en el exterior, plazas políticas y aliados estratégicos o circunstanciales que garanticen, o mejor aún, acrecienten todos sus parabienes; ahora tienen amnesia y aseguran que lo suyo es producto del trabajo honesto, obviando que sus condiciones actuales fueron generadas por manos corruptas, ensangrentadas, pero que de ninguna manera renunciarán a ello, al contrario buscarán justificarlo y acrecentarlo en cada oportunidad que se les ponga en el camino. Acá cabe perfectamente la expresión del criminal nato que va a la cárcel y que expresará de alguna forma el dicho: “la vergüenza pasa, el pisto queda”. Si la justicia los alcanza pasarán un tiempo en la cárcel, pero la riqueza, los amigos y contactos estarán ahí para seguir adelante en su vida de latrocinio; acá aclaro que son los menos, los descarados, los “descuidados” que tienen que servir de chivo expiatorio o que simplemente cayeron de la gracia, y que son parte de esos grupos que no llegarán hasta este espacio sombrío de la sociedad.
Ahora todos aquellos que terminaron siendo carne de cañón están muertos, siguen desaparecidos, son rostros lejanos, míticos ya por el roce del tiempo y la memoria cada vez menos activa los ha ido convirtiendo en eso. Los vivos, el pueblo, el presente; igualmente ha perdido, mejor dicho, le han arrebatado la oportunidad de que con las condiciones robadas ahora serían mejores en todo sentido, si consideramos que con apenas las migajas se obran maravillas y se hacen que nuestro día a día funcione.
Recordemos como todo mundo pide perdón, la iglesia por sus atrocidades durante las épocas pasadas de un cristianismo nada cristiano, ahora lo hace por los abusadores del poder que bajo la oferta de salvación actúan. Los gringos en Vietnam, Corea, Afganistán, Angola, Guatemala… Los soviéticos o como se llamen hoy, con lo propio en terrenos ajenos y con su propia gente. Alemania Nazi, judíos, palestinos; y no pare de contar; una y otra vez se repiten las escenas variando los actores y las locaciones pero al final resulta lo mismo. De muy poco sirve todo esto si las conductas abusivas, prepotentes, violentas o criminales buscarán algún día ser perdonadas porque se caiga en cuenta, presionados por los otros que lo han sufrido, que lo que hoy se hace está mal hecho, porque atenta contra el pueblo, contra la humanidad, contra los derechos individuales, contra el derecho a ser mejores ciudadanos en todo sentido y que nos equivocamos al permitirles a los poderosos del presente la auto adjudicación de indulgencias bajo la excusa que es lo que debían hacer en nombre del pueblo, pero que en realidad es en nombre de sus intereses muy particulares; así este círculo vicioso como tal nunca se romperá.

miércoles, octubre 26, 2011

¿Cómo nos podrían entender?

La plática con un amigo europeo daba para muchas cosas y así fue, pero la expresión que me hizo escribir es la que comparto a continuación: “también entender el por qué le toco a Guatemala vivir esta violencia cuando en el mundo son muchísimos los países que viven maltratos, pobreza, injusticias sociales, corrupción, etc...” pero ahora trato de explicar lo que nos pasó en el tiempo que nos hace ser lo que hoy somos.
¿Por dónde empezamos la historia? Acaso por la explicación atávica que somos producto de una historia que se remonta a la época de la colonia, mejor un poco atrás, al momento de la conquista y cómo en aquel tiempos se reflejaba una serie de reinos distribuidos por toda Mesoamérica, todos buscando conquistar al vecino y algunos uniéndose al invasor para en alianza estratégica lograr su objetivo, al final estos, muchas veces terminaron pagando caro esa actitud siendo subyugados por sus “aliados” en cuanto terminaron de ser útiles. Al final podremos pensar que somos en parte producto de esa génesis circunstancial y nada favorable para el asiento de una cultura futura. No digamos de más de la calidad de personal de tropa de los conquistadores que en solo afán de fortuna se sumó a la depredación de estas tierras. Ahí puedo decir que empiezan los atisbos del guatemalteco actual.
¿Cuándo comenzamos a ser pueblo? Si, pueblo, los que aparecen en las pinturas e impresos de la firma del acta de independencia, aclaro, los que se ven solo por la ventana quemando cuetillos, porque seguramente los mandaron y respondían a la sumisión colonial, porque los de la foto solo algunos dejaron cimiente y llegan hasta nuestros días. Los demás retornaron a la “madre patria” porque no veían como digno o interesante quedarse por estos lares. Los que se quedaron se encargaron de poner las cosas como hasta la fecha llegan. “Gachupín con criollo, gavilán con pollo”
Así que como pueblo no nos constituimos al margen de lo que solo algunos dispusieron y así siguieron las cosas, solo con algunos sobresaltos que en nombre de cualquier cosa (añil, café), pero con claro beneficio personal y de su prole, garantizaron entrar a la historia, porque los demás son pueblo y nada más; y estas familias de “abolengo” son los que en su momento eran los nuevos ricos, las nuevas familias que a punta de sable, fusil o traición reorganizaron la inconforme situación social, el pueblo solamente puso los muertos y así sucesivamente.
Llega la intentona de mediados del siglo pasado y otro montón de ávidos de poder y riqueza se aprovecharon de la gesta revolucionaria, enviando al exilio a los que pudieron y a la muerte a otro montón de incautos apasionados de no sé qué cosa que se representaba en la “revolución” o en la “contra-revolución” según sea el gusto ideológico de quien lo vea.
Nuevos ricos y poderoso ejército; “chafa y cura comida segura” refrán popular que se mantuvo vigente por varias décadas y aunque su uso se haya debilitado tiene aún sentido entre la gente, entre el pueblo; y eso fue lo que hizo buscar tener a sus hijos en seminarios y en cuarteles, pero eso si al linaje colonial, reformista o revolucionario les tocaba ser obispo, coronel o comandante porque al pueblo le tocaba de cura de pueblo, de tropa o de guerrilleros heroicos, es decir carne de cañón. De nuevo esta parte de la historia que duró mucho tiempo funcionando con pocas variantes nos consolidó como pueblo contemporáneo lleno de ataduras, taras sociales, percepciones limitadas de ciudadanía, de derecho, de participación y de mirar disminuido por la distancia y para arriba al eterno grupúsculo colonial+reformista+revolucionario+contra-revolucionario+militar+eclesiástico+guerrillero que terminan siendo los mismos con más posibilidades de pasarla bien a costillas de esta realidad construida a su medida y no a la de “Juan pueblo”.
Con estas condiciones nos tomó la llegada de la democracia, bacía de poder, porque este se lo habían repartido y se consolidaba como la nueva estructura de violencia, represión. Control solo útil y posible para dar lugar al crimen organizado, a la corrupción sistemática, el tráfico de personas y la narco actividad que encontró a un pueblo desgastado, reprimido, aterrorizado con pocas ganas de hacerle la lucha al nuevo escenario, escenario matizado por toda una propuesta de globalización y con ella consumismo, enajenación, con bajos niveles de educación y de calidad en la misma, miseria, desesperanza, migración. ¿Cómo se ha respondido al asunto? criminalización de la pobreza, pandillas, violencia como medio de vida y con todo ello “normalización” de nuevos valores que hoy horrorizados vemos como mueven la búsqueda de satisfacción a costa de la perdida de la vida, de la salud o de la libertad, no importa bienvenida “la vida loca”.

jueves, marzo 03, 2011

El ejercicio de prevenir la violencia

Guatemala ha participado históricamente en un proceso hilvanado a pausas por diversas circunstancias y actores que han decidido serlo, a veces por herencia cuasi genética heredada por sus padres conquistadores, a veces por el oportunismo devenido de la fractura oligárquica en la que “advenedizos” se han incorporado a la estructura de poder, control y disfrute de la riqueza como nuevos rico, nuevos privilegiados, nuevos apellidos sumados a las poquísimas “familias” nacionales. Dejo claro que esta estructura ha funcionado repetidas veces dentro del grupo denominado ladino (no indígena). Ya dentro de ese otro grupo mayoritario poblacionalmente se ha generado su propio acomodamiento, igualmente explotado y explotador con su propia gente, con solamente algunas actuaciones dentro de ese otro mundo guatemalteco. Esto es parte de lo que es necesario conocer para poder comprender la violencia del guatemalteco.
Momentos explosivos que confunden a las nuevas generaciones y que no entienden como sucede, pero lo comprenden en el momento que se ven envueltos y sometidos a eventos igualmente históricos, es ahí donde se de pronto se asume esa parte idiosincrática del guatemalteco, resistente, aguantador, pasivo, indiferente hasta que a su puerta llega el detonante de su explosividad, de su violencia concentrada; entonces lincha, toma calles, carreteras, prende fuego a lo que se ponga enfrente, su furia se acrecienta ávidamente por la fuerza del grupo; de la suma de frustraciones. Entonces dice ¡no más! Pero pronto se van escapando uno a uno los participantes, van tomando conciencia de su pérdida de control y ven como sus manos están manchadas de hollín, gasolina, pólvora y sangre.
La fuerza de las hormonas liberadas en su torrente sanguíneo empieza a mermar y se agazapa de nuevo con cierto dejo de amnesia, con una fuerte conciencia que trata de ocultarse en la fantasía, que busca esconder la realidad de su ímpetu violento, de su protagonismo criminal. Corre, se esconde, busca refugio en donde puede, frecuentemente en lo mismo, en ese mismo espacio de donde salió empujado por haberse hartado de ahondar y agudizar su frustración. Todo ha vuelto a la calma y ya somos los amables, cordiales y amigables guatemaltecos; por algo escogen los destinos turísticos, la hotelería, porque somos muy amables, serviciales, dóciles.
La historia de golpes nos transforma el rostro, la vos, el grito y la presencia misma ante nuestros hostigadores criminales que con manos blancas y benditas en oficio dominical retoman el fuete y con energía vuelven a lo mismo, al final ya se desahogaron y esto es parte del costo de mantener las cosas como deben ser; para lo que hemos sido educados unos y otros.
Ahora revisamos el presente y nos encontramos con más de lo mismo, con explicaciones tan enredadas o poco creíbles, no porque no lo sean, sino porque poco haremos por animarnos a implementarlas, tenemos tan poco tiempo para pensar, para estudiar, para informarnos del fenómeno que solamente actuamos silentes como “buenos” ciudadanos como el sistema nos lo demanda y con algunos “episodios” de violencia que nos hacen satisfacer la sensación de pertenencia a una sociedad pero inmediatamente señalados como los perfectos pecadores, tribales, animales o bárbaros; de eso estamos seguros. Todo lo contrario del comercio turístico y en esa polarización está la imagen perfecta de lo que trasladamos como imagen a nosotros mismos y a los demás.
Como tomamos conciencia que somos, igual que la violencia, cíclicos en su estado alto, vemos avergonzados como repetimos la historia, como seguimos actuando de la misma forma, como reaccionamos emotivos de necesidad mesiánica y con vergüenza descubrir que muchas cosas que antes se hacían mejor, hoy las hacemos peor, que nos sumamos a la complejidad del problema y liberamos niebla para encubrir nuestra propia obligación de actuar, de participar, de activar como corresponsables de los fenómenos sociales; es bueno recordar que no se dan solos y que son producto del invento humano llamado “sociedad” que interactuamos en ella y que no hay otra forma de mejorar esta propuesta de convivencia que repensándola para entornos evolucionados, que nos diferencien aun más de una condición barbárica y nos acerquen más a una condición sublime; condición a la que pareciera le tememos aunque en el día a día la promulguemos en las actividades fideístas y siempre busquemos hacia afuera que se resuelva, recreamos a cada dios con el fin de allanarnos el camino a ese estado mítico al que en el fondo aspiramos.
Encontramos la oportunidad de subyugar a otro, de “joderlo” porque toda la vida nos han “fregado” a nosotros y en la primera oportunidad nos “empoderamos” del uniforme, del puesto o la oportunidad y sufrimos un ataque de amnesia y nos creemos la paranoia de que ya nacimos así y hasta en sádicos nos convertimos, disfrutamos de “ejercer el poder” y de inmediato nos convertimos en tiranos y los de siempre nos encumbran y luego nos hacen ver mostrándonos todas nuestras actitudes prepotentes y abusivas que esta situación ha generado concluyendo que no tenemos sangre noble, carácter de líder que esos violentadores de nuestra historia si dicen tener, ellos nacieron y son educados para dirigir nuestra historia y nosotros piezas para tapizar de cuerpos muertos o deambulantes el corredor histórico de la patria.
La angustia de la propuesta para la respuesta mágica, externa, paternal/maternal esperando que el “Estado” resuelva, haga las cosas que debemos hacer todos individualmente. Asumir la responsabilidad que nos corresponde, encarar con dignidad el compromiso colectivo de encontrar al otro en nosotros mismos, hacer vida la alteridad, reducir la individualidad protagónica, mezquina, egoísta, solitaria y terriblemente peligrosa porque el otro no se siente como parte mía sino solo para mis intereses egoístas.
La respuesta quizá esté en compromisos éticos y en acciones valorativas apegadas a un renovado contrato social en donde el individuo se agrega a los procesos crecientes de una cultura de no violencia. Esto al igual que otras propuestas suena lejano, si, lejano en cuanto a tener o no el interés por iniciar con uno mismo, seguir en la familia y luego trasladar esos patrones a la calle, al trabajo y a la práctica de gobierno. Un proceso largo quizá pero retrasado desde hace décadas porque los que lo empiezan son absorbidos por un aparato que vive de la violencia y que no logra ser permeado por esa cultura de no violencia que subyace a la cultura violenta.
Discutir el tema a todo nivel, la familia, la escuela, los grupos comunitarios, hacerlo visible, animarnos a colocarlo en la portada de la posibilidad de creer que podemos construir otra realidad, aprender a vivir de otra manera, deconstruir los patrones de violencia que con explicación biológica se han trasladado de una generación a otra, no hemos tenido la oportunidad de conocernos como comunes de una cultura no violenta. Hemos llegado al punto de “normalizar” la anormalidad, de privilegiar la ética violenta ante la pacífica.
Aprender a distinguir de la ideas a las personas, buscar diferencias o puntos de encuentro, que nos hace más o menos comunes o que compartimos más y que nos permitiría allanar las crestas de las filosas diferencias, que haría superar la brechas, las trincheras.
Corresponde aquí compartir una pequeña escena de la segunda guerra mundial en la que un soldado aliado en su avance llega a una trinchera y se encuentra frente a una alemán y corriendo sale de la trampa, luego al paso de los días se encuentran en una campo de prisioneros y uno le pregunta al otro ¿Por qué no disparaste en la trinchera? Y el otro responde estabas muy cerca. A lo lejos puedes ver a cualquier enemigo y acabar con él de cerca necesitarías estas enajenado o drogado para poder actuar en contra de él. Estando cerca el uno del otro nos permite conocernos, ser empáticos y armoniosos.
La práctica de la cultura de paz, no debe ser más que eso, una práctica que permita actuar autónomamente, en forma natural y no ver los procesos de acompañamiento para desvanecer los conflictos como algo externo, como una fórmula que hay que aplicar… no, simplemente vivir la cultura de paz.
Ser responsable con el otro desde el rol que me toca asumir dentro de la construcción de la cultura de paz, estoy consciente que el poder de mi posición puede convertirme en el hostigador al cual deseaba neutralizar, si actúo de la misma forma no habré aprendido y por ende no podré perpetuar ese aprendizaje e incluirlo en la normalidad de interacciones sociales.
Buscando establecer una pausa en la reflexión, y de ninguna forma un punto y final, la construcción de una identidad nacional, sin caer en nacionalismos, en la que parte de sus componentes esenciales sea la cultura de paz como valor integral, de ninguna manera darle lugar al pensamiento que genera condiciones excluyentes y muy sensibles que repiensen al ciudadano como ocupante temporal de un terruño que es en realidad el solar que junto a otros elementos da la posibilidad de realizarse como una persona en toda su extensión, enamorarnos de la cultura nacional de paz a la cual nos hemos decidido abrasar, compartirla, hacerla común, degustarla agradablemente. Que me de cobijo, que sea el refugio que me da certeza, que le entrega realidad a la práctica de mi ciudadanía, compartido todo ello por mi familia, mi comunidad, mi nación. Y yo-tu protagónico y responsable en todo el proceso.