martes, marzo 31, 2015

“Maras y Pandillas, Comunidad y Policía en Centroamérica”


Quiero comenzar mi comentario con respecto al ejercicio investigativo “Maras y Pandillas, Comunidad y Policía en Centroamérica” recurriendo a la primer anécdota de Fernando Gutiérrez Duque narrada en su libro “Veredas a Contraluz”:
En Normandía, en la penumbra de la madrugada del “Día D” (1944), un soldado alemán sintió de improviso la presión de una metralleta en su pecho. Sorpresivamente, el oficial americano apartó el arma y desapareció entre la maleza. Casualmente, meses después, se reconocieron en un campo de concentración de la Alemania vencida. El soldado alemán preguntó ¿Por qué no disparaste? Y recibió de respuesta… Estabas demasiado cerca”
Hace ya bastantes años que en la ciudad de Guatemala se inició el fenómeno de las pandillas juveniles, más o menos como hoy las conocemos, reconociendo que su evolución ha sido vertiginosa y la forma de tratarlas se estancó en la generalizada represión. Acaso con ello no seguimos tan alejados de entender el fenómeno,
de hacerlo realmente nuestro y acercarnos a sus raíces y desde ahí trabajar para que el desangramiento, la violencia y la muerte no continúe. Cuanto tiempo más vamos a seguir gastando en hacer lo fácil y renunciar a la complejidad de la respuesta necesaria. La adaptación como ente socialmente vivo hace pensar inmediatamente que todos estos años, todos hemos estado perdiendo una guerra en donde no hay ganadores pero si miles de víctimas acalladas, silenciadas en sus sueños, amputadas de la vida, arrebatadas por la oscuridad de la desatención, de la indiferencia, de la injusticia, de la impunidad y permisividad de un sistema que permite y favorece que pase, se transforme y con ello se adapte a los nuevos tiempos. Aglutinando a más creyentes alrededor de la premisa que el mal paga cuando el mensaje es constante y repetitivo al respecto, conoces las fracturas del sistema y tienes la plata para pagar, pronto estarás en la calle de nuevo, y los que no la tienen simplemente esperarán su turno de salir de la “escuela criminal” a la que los han llevado. Y son los jóvenes, los más jóvenes los que aprenden de las conductas adultas. Porque se aprende de lo que se ve no de lo que se discurre.
A cuántos de los presentes les puede parecer cercana la expresión: “A la juventud actual le gusta el lujo. Sus modales resultan inadmisibles. Deprecia a la autoridad, no respeta a las personas mayores, se queja de tener que trabajar. Contestan (mal) a sus padres, se ríen de la sociedad, engullen la comida, cruzan las piernas, tiranizan a sus padres” (Sócrates, 600 a.c.)
Si, la cimiente del fenómeno lo aportan los y las jóvenes en el área, pero igual sucede en Europa con los marroquíes y en Australia con los “libs” jóvenes excluidos, marginados, hijos de desplazados culturales, que han migrado tratando de dar un mejor futuro a sus hijos, lo mismo acá en donde la búsqueda de un mejor porvenir para las familias y su descendencia hacen que se den desplazamientos migratorios violentos que exponen al desarraigo total a la progenie.
Apenas si habíamos salido de una historia reciente de violencia de guerra, cuando ante el vacío de liderazgo, el poder real es tomado y mantenido por individuos y organizaciones oscuras que aun hoy se sabe que existe, todo mundo habla de ello, pero nadie le pone nombre y apellido. Se platica del tema en reuniones con amigos, parientes o compinches motivando el morbo y la desinformación como medio de saberse poderoso y sobre todo bien relacionado, pero plenamente identificado con la pesadilla del no se puede hacer nada y de seguro que si lo mataron fue porque andaba metido de narco ó marero, acaso no es la misma reflexión utilizada durante el conflicto armado en nuestro país en donde si alguien caía asesinado inmediatamente se expresaba “Seguro con la guerrilla andaba ó bien... seguro que oreja era”.
Todos hemos guardado silencio, convirtiéndonos con ello en cómplices al igual que lo somos al no comprometernos como ciudadanos a la entrega de respuestas con compromiso personal. Hoy se comparte esta investigación que recopila lo que todos sabemos y compartimos en el trabajo de prevención, hoy lo dice un documento científico que se fue construyendo con el aporte de cientos de personas y que perfectamente puede tener una reflexión histórica reciente que nos apoye en la comprensión del fenómeno y de la discusión ver nacer mejores metodologías de abordaje, mejores estrategias de atención, mejores prácticas y sobre todo compromiso de estudiosos, académicos y técnicos que hacen posible la propuesta y sobre todo el trabajo que ya se hace en toda el área y que lamentablemente muchas de las veces queda in visibilizado, disminuido o terriblemente desprestigiado por otros que igualmente no proponen y mucho menos trabajan, quedando con ello la clara duda respecto a su interés en favor de la continuidad de la tragedia social en la que vivimos. Todos tenemos miedo, y somos amantes de la vida y la vivimos en la medida que la dignidad nos lo permita o en el peor de los casos nos convertimos en cómplices de la indiferencia, del individualismo salvaje que recurre a técnicas darwinianas para sobrevivir cada cual y su prole; … los demás que vean como salen, al fin y al cabo quien los obligó a meterse en una pandilla. Olvidando que este fenómeno es intrincadamente multifactorial y en donde solamente la suma de: desaprobación, falta de oportunidades, exclusión; reflejada en las instituciones sociales debilitadas y desprestigiadas, dan como resultado esta situación. Ahora vemos con ojos de lástima, menosprecio, odio, terror a todos esos jóvenes; los vemos así y no como esa parte nuestra que no ha podido enfrentar la vida con mejores oportunidades y que sin saberlo nos hundimos con ellos, morimos con ellos, dejamos de pensar con ellos y nos hacemos uno con el terror, con el llanto, con la violencia y con la muerte a la que en los últimos tiempos nos hemos acostumbrado, no hemos tenido tiempo para aprender a vivir de otra forma, salimos de una guerra y entramos a otra en la que los actores seguimos siendo los mismos.
La juventud en riesgo o alto riesgo de integrarse a procesos de pandillas no tiene tiempo, hoy su concepción vital se remite a ciclos que apenas sí superan los veinte años, superada esta etapa son veteranos encarcelados, mendigos, adictos, cínicos sociales, carentes de letras y de artes con las cuales ganarse la vida. Jóvenes que han roto con muchas relaciones en la sociedad y que muchas veces les queda la desgastada familia o la ya desconfiada comunidad como último reducto de re inserción social.
Es a partir de productos como el que hoy recibimos que nos podemos detener un momento a reflexionar y sobre todo a releer nuestra realidad para actuar como verdaderos miembros de una sociedad que con nosotros ha sido mejor y que a través de ese compromiso ser agentes de cambio que aporten a la reducción, mitigación y reinserción de la población infanto juvenil que esta quedando fuera o arrinconada en la puerta de la desesperanza e aquí el compromiso para el resto de nuestras vidas.
Compromiso que algunas personas han tomado en Centroamérica y llevando adelante programas de prevención, acompañamiento, mitigación y reinserción a riesgo de la estigmatización heredada de la población acompañada, donde somos vistos con los mismos ojos de la exclusión, a riesgo de caer muertos bajo la violencia y ser tildados por pandilleros o protectores de pandilleros, narcos o simplemente desgastados y trans nochados defensores de los Derechos Humanos y con ellos de los Derechos Civiles. Buscar prevenir es nuestro gran pecado, buscar hacer lo que la sociedad en su conjunto y el Estado a través de sus organizaciones hace a ratos o parcialmente por cumplir con las presiones nacionales o internacionales, un préstamo; pero en donde claramente se ve que no existe Política de Juventud dispuesta de recursos coherentes con la necesidad de prevenir, alejándose de intervenciones estructurales que favorezcan la reducción del fenómeno con propuestas sostenidas de desarrollo integral de nuestros países. Existen en la región propuestas comprobadas y funcionales que dejaré de enunciar por no desvalorizar a ninguna y promover entre los interesados su búsqueda como una posibilidad real de llevar adelante programas regionales, en el mejor de los casos, o nacionales, respetando el necesario tratamiento particularizado a un fenómeno que tiene sus propios matices de una comunidad a otra y de un país a otro.