martes, febrero 24, 2009

Carta para Carlos

Que tal manito cómo te está yendo en este nuevo año? Espero que todo sea tan bueno como se lo pediste al niño dios o a los tres reyes magos, a santaclos o tu personaje de creencia profunda que sea capaz de interpretar tus deseos más sinceros y profundos.
He estado leyendo, cuando puedo y priorizo, tu diario y me parece que si bien es importante la nota sensacionalista para vender y tener para los frijolitos de toda la planta trabajadora y para los chicharrones de los inversionistas; creo que siempre hay algo más que lo evidente en muchos temas de alto impacto en Guatemala que vale la pena exponer a la opinión pública y educar con ejercicios que motiven a la profundización fenomenológica de los lectores y de la población en general.
Sabes que hay problemas estructurales y que solo si se quiere desde los estamentos cuasi sociales, solo porque viven de él, y que ostentan el poder real y funcional en Guate; las cosas caminan, de lo contrario serán relevos de relevos y un agregar constante en la lista de chivos expiatorios. Todos tenemos nuestras debilidades pero también muchas capacidades y por más que las pongás a favor de lo que hagás no depende solo de tus buenas intensiones o capacidades. Yo te invito a que complementen la información, que no requeriría de grandes investigaciones, de ese otro lado, de ese grupo de personas que hacen su trabajo como opción válida y ante la falta de trabajos menos riesgosos, aceptan trabajar como seguridad, en cualquier lado, pero particularmente en el Sistema Penitenciario. Son personas que trabajan el día a día en una especie de somnolencia en tanto llega su turno “afuera”, esa será una lucha ganada a la muerte, al deshonor o la cárcel si llegan a esa fecha, esta gente que en silencio abandona cualquier lucha por algo mejor y hasta olvidar que acepta trabajar en las condiciones más adversas sin contar sin siquiera con un seguro que le permita morir pensando que su familia se quedará con unos centavos para pasarla más o menos durante algún tiempo. Y así muchos otros bajo la misma situación. Totalmente deshumanizante no? De inmediato casi te escucho: “pero…” si seguro hay muchos “peros”, pero lo que todo el sistema social guatemalteco ha hecho para favorecer que existan esos “peros” y la deformación de muchas conductas hasta criminalizar el trabajo y la opción legítima a él.
Se trata de no buscar y encontrar con premura a quien “linchar” y acabar con esa parte nuestra que tampoco esta conforme y que tarde o temprano nos puede igualmente arrebatar de la relativa pero tensa calma nacional y el sopor en la que vivimos el resto de los y las guatemaltecas, que nos corremos a un lado y al otro huyendo de nuestros miedos, nuestros fantasmas, de los predadores enmascarados en hienas solitarias que esperan el turno para entrar en el rebaño humano y comer de él, saciarse en su sangre y descubrir luego que la euforia, la droga y el dinero se ha terminado y que pronto tendrá que empezar a cazarnos de nuevo; ni vos, ni yo, ni ningún guatemalteco quiere ser el próximo; pero, trágicamente hay un próximo en nuestro día a día.
Cada cual tiene su dosis de responsabilidad en este asunto y sí, hay que hacer muchas cosas, tomar decisiones y con ello asumir lo que venga, pero aquí es donde se complica la cosa y no somos tan cristos para dar la vida, propia y hasta familiar, por un sistema que pronto tirará a la basura tu esfuerzo y sacrificio en pos de sus mezquinos intereses. Después de haber saciado a la bestia, después de haber ofrendado al dios desconocido la sangre de uno más y correr lo más pronto al redil, a la trampa. Ahora se rasgan las vestiduras y se las han rasgado, y se las rasgarán los hipócritas que tienen mucha de la responsabilidad de que lo que pase y siga pasando. Pero en mi humilde opinión siempre hay algo más que vale la pena y que cada cual tendrá que hacerlo desde su flanco para ir ganando la batalla y seguro algún día la guerra.

martes, febrero 17, 2009

Toda la culpa es de los bandoleros

¿A quién le interesa que las cosas sean como son dentro de las estructuras de seguridad y justicia en Guatemala y particularmente dentro del Sistema Penitenciario?
Le podemos llamar “crimen organizado”, claro si se apega a la definición que requiere de una serie de elementos confabulatorios, mal intencionados, perniciosos, conspirativos criminales; o el simple funcionamiento de mentalidades individuales que se hacen nudos en la red de criminalidad que creen ciegamente que lo que hacen es lo correcto, de otra manera enfermos, personas comunes y corrientes que han desarrollado una sociopatía temporal y coyuntural en sus vidas y en las circunstancias que les toca vivir y en la cual encuentran, según ellos, quizá la única oportunidad de su vida en cuento a salir de pobres, y volverse miserables; o bien llenarse las venas de un sinfín de hormonas que corriendo por las venas y llegando a cada célula de su cuerpo les hacen vivir la ilusión de poder y gloria entre los congéneres. Su momento de gloria, su momento de “vida loca”, ese momento que los hace iguales a aquellos que en su descuidada escalada criminal y en cinismo absoluto están seguros que nunca, nunca su estilo de vida les pasará la factura, eso si aun dentro de la cárcel buscan actuar de la misma forma ahondando su sociopatía, no hay duda están enfermos y de eso no debemos olvidarnos. Enfermos unos enfermos otros. Bajo esa actitud sorda estas individualidades sin quererlo se convierte en parte de esa estructura criminal. Los llamados criminales de cuello blanco que se cobran a no más poder lo que creen que les corresponde por derecho, vaya sociopatía.
Y en este nocosomio ambulatorio hay personal que se la juega en el filo de la navaja de la demencia, de la sobrevivencia, de la salud mental; se la juegan en resiliencia absoluta.
Ahora el asunto… ¿de qué lado estamos? ¿Estamos acaso cegados y confiados que hacemos bien las cosas? Definitivamente no es suficiente lo que hacen los llaneros solititos, que en su afán purista son incapaces de coordinar, ceder o ser tolerantes ante las propuestas y sumar al liderazgo convincente de una propuesta institucional que funcione sin estremecerse en los cambios “políticos” del liderazgo. A tono de árbol de problemas podemos enunciar: a los cargo de los años se ha ido construyendo la cultura organizacional basada en el terror, ausencia de estructura funcional que permita realizar procesos sostenidos, monitoreables, jerarquía de poder volátil, tenue, voluble, circunstancial y casuista. Activismo que genera dispersión en lo que todo urge pero poco se concluye; desmotivación que genera resistencia, argucia y creación de atajos, se forman filias y fobias con grupos distintos y los menos apropiados, se deja en gran medida de ser profesional y si volutivo; algo cercano al desarrollo del Síndrome de Estocolmo y la apologización de la población reclusa que facilita desde dentro actividades y procesos no controlados o regidos por una propuesta institucional. Frágil liderazgo, sin mayor discurso disuasivo, convincente y coherente con la intención profunda del Sistema Penitenciario. Todo esto brinda una potencialidad para reconvertir procesos, una oportunidad para que desde lo individual se pueda aportar a ver las cosas desde otra óptica, con otra oportunidad.
Ahora, o en el mejor de los casos existe la oportunidad de potenciar a esas personas buenas que no saben como entrar en comunión con la intensión institucional, liderazgo fortalecido, que vigila, monitorea y apoya; que construye. Ese liderazgo que derrama credibilidad, fe y compromiso por lo que se hace respaldado y comprometido desde arriba, cuidando a su gente, amando a su gente.
¡Creo que se hace bien… porque lo hago bien!

viernes, febrero 13, 2009

En un foro de Prevención, rehabilitación y administración de cárceles

Los elementos considerados en la apertura de la actividad a la cual hago alusión, hacían presuponer que esto sería un poco más de algo ya conocido; pero resulta que no fue así. Vi asombrado como mucho del tiempo ocupado en presentaciones, reflexiones y exhortaciones ocupaban mi lupa de necesidad insatisfecha se percataba que reiterativamente se platicaba de evitar, evitar; en nuestro argo “prevención”; y aunque no quedaba claro como podrían medirse directamente el impacto que causaba el no poder medir directamente las intervenciones de prevención, causaba zozobra en algunos que siguen con angustia la necesidad de entregar números al circo romano para tranquilizar su sed de sangre, de diversión y pan. Pero resulta mucho más caro reprimir, controlar y sobre todo meter a la gente en la cárcel.
Este tipo de intervenciones si llenan la óptica de mucha gente que pide medir el impacto que provocará el dinero que va a poner en ese y otros proyectos represivos. Si claro se mide, se cuenta cuanta gente esta en prisión y cuantos están muertos, cuantos asesinados, cuantos desaparecidos, cuantos sentenciados o esperando ser ejecutados y aun no serían datos exactos, paradójico no. Pero eso es lo que hasta ahora privaba en la opinión correcta de los que hacen de arquitectos de la opinión pública. Esa es la forma directa y exacta de medir la intervención represiva. Pero resulta que preocupados por este tipo de satisfacciones alfanuméricas nos damos cuenta una y otra ves que sin conocer la mediación del costo beneficio de la prevención resulta que la podemos medir indirectamente, no al gusto de esos empíricos materialistas de las cuentas. Si lo medimos cuando esa sociedad en la que vivimos ya no sufre de tanta violencia, de tantos desajustes sociales, de perdida de estabilidad, de salud mental y de felicidad y tranquilidad reflejada en sus habitantes. Invertir en prevención, puede sonar a gastar más , pero esto no es más que potencializar lo que ya hacemos, pero con absoluta mejor calidad, y con el mismo dinero.
En donde empezó este cuento de la serpiente alimentándose de si misma, no quiero recordar específicamente, pero para nosotros no fue hace más de tres décadas cuando todo el booom del los petrodólares rondaron los ojos y sobre todo cuentas y bolsillos de ambiciosos líderes que encontraron en ella la posibilidad de salir de la miseria en que vivía. Pero igual se convirtieron en seres más miserables, con ello iniciaron la escalada de desentendidos que hasta ahora acompañan nuestros procesos nacionales y que no permite que la gente en colectividad tenga sueños y se una a proyectos por estar mejor. La fuerza ha sido tal que no salimos de ella, pero si nos cobra su factura de dolor muerte y sobre todo indesarrollo en los albores del siglo 21.
Bueno pues, haciendo prevención con lo mismo, pero con mejor calidad de cómo lo hacemos hoy día. Esta transformación esta ligada a valores, de esto se hablo mucho como un argumento que nos acorrala como necios que nos hemos saltado las trancas pensado que lo podíamos hacer de otro forma, de la forma técnica, del imperio de la obligación, cómo que funcionáramos de esa forma. Para ello es necesario creer, tener fe, confiar de nuevo que hay gente buena y que si nos fallan o fallamos, igualmente habrá gente nueva que nos sustituirá y tomará el hálito insuflado por la esperanza y por el merecimiento natural a estar mejor, a ser entes en perpetuo perfeccionamiento, gente que lo intentará otra vez para estar de nuevo en los caminos del desarrollo, de la paz y de la oportunidad de que le demos a las generaciones pequeñitas la oportunidad de crecer y aprender en la vida cotidiana que somos de otra forma, aunque a veces lo dudemos. El resto, muchos de nosotros necesitaremos someternos a proceso de rehabilitación que nos ayuden realmente a transformar nuestras mentes y corazones y ya limpios poder reingresar a la sociedad y hacer lo que tenemos que hacer, pero sobre todo con una garantía que definitivamente lo vamos ha hacer mejor, lo vamos hacer bien, porque nos merecemos eso y mucho más.