martes, octubre 14, 2008

Rehacer la nación guatemalteca

En estos día se ha agolpado a mí fuertemente la necesidad de repensar mi Guatemala, nuestra Guatemala, su Guatemala. De todo aquel que la sienta como su crisol humano, como aquella madre amorosa que cobija, educa y reprende. Como aquel lugar inigualable que se extraña cuando se está lejos, aquel lugar lleno de añoranzas de patojos, de escuela, de patojas y patojos; de los bochinches huelgueros, de la guerra, de la persecución, de los desaparecidos, perdidos en las memorias de sus represores decrépitos y desmemoriados obligados, ante el despertar de la conciencia de sus equivocadas decisiones, voluntariosas, impuestas o forzadas, pero al fin decisiones en contra de esos fantasmales “enemigos”.
Hoy seguimos cosechando de nuestra historia y hemos hecho de nuestro presente una repetición de nuestro pasado. Reprimidos, temerosos, de todas formas violentados, asesinados y desaparecidos momentáneamente para aparecer liquidados en esta lucha de incógnitas reconocidos. La muerte sigue teniendo su traspatio en nuestra gente, nos estamos acostumbrando a la indiferencia y a la “vida loca” de otros. Estamos haciendo nuestra la indefensión, estamos viviendo hasta donde nos dejen vivir, sin esperar o reclamar nada, porque “ya es bastante con que nos dejen vivir un día más”, gracias tatita.
Nuestros temores son nuestros hermanos, esos que nos roban, que nos matan, que nos roban la tranquilidad y siembran la duda, la desconfianza y la sobre vivencia; que doloroso es sentir a ese hermano que un momento le basta para que se olvide que soy… que eres su hermano y me cobre la vida y luego al retorno de su inconciencia solo le quede un nuevo fantasma en sus delirios. Nos convertimos en sus cómplices con el silencio, con la indiferencia o con el galón de gasolina, los fósforos y el griterío impulsivo e imparable.
Nos creemos dueños del derecho de tener lo mejor, de vivir lo mejor y en nombre de ese epitafio cultural vivimos selváticamente, pero con el peor componente, el envilecimiento humano que aparece cuando la ambición se desborda y no reconoce límites, no reconoce hermanos. Nos creemos con derecho a matar, a robar, a engañar, a… (,) de hacer todo por vivir el sueño de “desarrollo” que nos ha metido en la cabeza el mismo sistema que nos impide alcanzar el buen “DESARROLLO”, de BUENA nanera.

Todo mundo, señala, critica, pero no se compromete. Todo mundo se suma al anonimato y muchos a las estadísticas violentas de todo tipo de hecho criminal, todos esperamos que alguien inicie “algo” y nos resuelva, todos esperamos que alguien inicie algo y de repente nosotros nos sumamos, o simplemente lo veremos desde la “tele” para ver hasta donde llega, sino es que lo matan antes y nosotros corroboramos con ello nuestros miedos a no hacer nada y a seguir en el anonimia. Pero eso si esperando que “alguien” haga algo, siempre esperando de los demás sin animarnos a ser parte de la respuesta; “no, yo no quiero morir…” no nos damos cuenta que igualmente morimos en nosotros mismos y en los demás. Nos quedamos sin ánimo, sin palabras, sin lágrimas; nos vamos contagiando de “autismo guatemalteco”, de indiferencia, nos vamos quedando sin pasión y nos sumamos al rebaño de los corderos o bien logramos vivir la vida evitando a toda costa encontrarnos con los demás, apareciendo lo menos posible, guardando silencio, acallando el llanto de los niños, igual que durante la guerra para que no nos descubra el enemigo y nos aniquile de inmediato, ahora es otra guerra y seguimos viviendo en guerra.
Rehacer la nación guatemalteca requiere de sacrificios con sentido, compromiso y comprensión del mismo, actividad más allá del desahogo sensibilero, oportunidad para confiar en el otro y el otro comprometido con la parte de la historia que le toca construir. Esto, para aquellos pragmáticos, llevado a la práctica en las estructuras sociales a todo nivel, conducido desde un liderazgo que permita crecer al ciudadano que llevamos dentro, que lo deje de ver como su enemigo, que llegue a entender el significado de “ser” ciudadano; aquel líder que lo siga siendo aun después de sentir el poder. Aquel que sea estimulador de líderes, aquel que sea capaz de romper con lo tristemente establecido hasta el momento; aquel que decida entregar a cada ciudadano la soberanía de nuestra Guatemala.
Veámoslo desde esa gran oportunidad que tiene Guatemala y los guatemaltecos, de lo ricos que somos, desde nuestras paradojas, desde nuestras soberbias historias interminables, pero en gran abundancia individuales, de esas historias de los que se han marchado y retornan porque descubren la otra Guatemala, la de las posibilidades, la del orgullo chapín, la de la cultura, naturaleza e historia comprimida en tan pequeño territorio. Hace falta ver hacia otro lado, hacia el horizonte amplio y límpido que nos promete nuestra propia y posible historia, la que podemos construir si así lo decidimos.