jueves, febrero 16, 2006

“La desconexión moral de los verdugos en las cárceles”


El fin de semana apareció un artículo en un suplemento de Prensa Libre en Guatemala que presenta una síntesis para medios de la investigación realizada al respecto del tema y que refleja la inquietud de muchas personas con respecto a la dinámica de estos seres humanos que por una u otra razón, vinculado a su trabajo penitenciario seguramente, tienen que realizar acciones como estas. Se externa lapidariamente la conclusión de la investigación con el título del artículo y esto refleja la necesidad de tratar de explicar lo más satisfactoriamente como sucede esto, cuáles son sus niveles orgánicos, espirituales, psicológicos para poder hacerlo. No sé si todos podríamos hacerlo o en qué situaciones lo podríamos hacer. Se necesitaría estar muy equilibrado o desequilibrado para hacerlo, y para saberlo se tendría que acudir a un especialista de la conducta en áreas específicas o quizás agregar a un psiquiatra para acercarse lo más posible a los asientos individuales de la psiquis del ejecutor y llegar a tener un alto porcentaje de acierto en cuanto a señalar al individuo adecuado para hacerlo. Y esto no nos garantizaría nada.
Esta situación se da en situaciones legalmente instituidas y racionalmente justificadas por un sistema de protección dentro de la organización social, pero sucederá lo mismo con los ejecutores en un proceso de etno, o genocida y aun más cercano a procesos de “Limpieza Social” en donde el ejecutor se reviste del poder y decisión para ejecutar a quien el grupo social ha determinado por medios informales y sin un debido proceso que es “culpable” y que por eso debe ser ajusticiado.
Parte de la investigación me da respuestas en cuanto a ¿qué pasa con el que ejecuta a uno y el que ejecuta a quince? Ya que esta pregunta quedaba en el ambiente cuando aparecen en nuestro país seis, siete, cuatro, tres personas muertas. En un país en el que en los últimos tiempos se ha llegado a promedios diarios de quince muertes violentas, claramente deslindadas del resto de muertes. ¿Se desconectarán igualmente estos ejecutores? ¿Cómo responden ante la ejecución en masa? Y la investigación concluye que sucede lo mismo con quien lo ha hecho una ves con quien lo ha hecho quince veces. ¿Y qué hay del tipo de ejecución…? La legal, como bien lo plantea la investigación es “humana” trata que esta sea rápida y letal para que el ajusticiado no sufra, al final no se trata de convertirnos en lo mismo, no se trata de generar sadismo en los concurrentes y en los espectadores o en ir hasta el sufrimiento profundo, constante y continuo para satisfacer el dolor y la satisfacción del “ojo por ojo” de la víctima o de su familia como dolientes profundos tras haber sufrido la pérdida de un ser querido.
Pero ¿Qué hacen los ejecutores en la limpieza social? ¿Escogen la forma de muerte rápida del ajusticiado? ¿Lo narcotizan? O desarrollan una patología social más severa que la utilizada por sus ajusticiados convirtiéndolos en iguales o peores, por el nivel de conciencia que los ha llevado a convertirse en eso, en asesinos.
Esto hace que vinculemos el estudio a varias ramas de la psicología, y creo que la más vinculada a este fenómeno es la psicología social ya que desde ella se encuentra el sustento para explicar el comportamiento gregario y como este autoriza o no a los individuos miembros a actuar de una u otra forma. Es “malo” matar pero el grupo me autoriza y me señala para hacerlo porque con ello evito que eso pase fuera de la estructura social y sea utilizado como un regulador de la conducta humana en su grupo social al que pertenece. Pareciera que la desconexión moral funciona como funciona en los individuos la desconexión traumática en general y hay quines tienen un umbral bajo y otros alto, y es aquí en donde debemos informar, compartir, explicarnos lo que es capaz el ser humano y en lo que nos podemos convertir, sin olvidar que ese mismo sistema ha marginado a grandes grupos, a generaciones completas convirtiéndolas en intolerantes, haciendo que pierdan su condición de ciudadanos y de miembros de un grupo que los acoge o los desecha con explicaciones tan diversas y en donde se pierde en muchos casos, y me refiero a que son notoriamente significativos para la sociedad, en el anonimato, en la violencia, en la droga como medida pausada de muerte y en la muerte misma en manos de otros no memos beneficiados por la misma sociedad y que se prestan a convertirse en los ejecutores oficiales o no de un sistema a todas luces poco audaz para crecer y fortalecerse con los mismos individuos que le dan existencia.