jueves, junio 10, 2010

Un poco de valor para los valores

-Valores clásicos en la cultura occidental americana-
Puedo intentar concentrarme en la idea recurrente que la idiosincrasia asimilada en estos momentos en la vida ciudadana guatemalteca está construida desde otros parámetros, con los que no crecí y que veo alejados, muy alejados de poder asimilarlos, simplemente no creo en ellos y estoy convencidos que son transicionales, favorecedores, como puentes ruinosos hacia otro estadio de convivencia social, por lo menos eso espero y por eso trabajo y busco aportar. Pero no por ello no dejo de caer en cuenta que la prevalencia focalizada, y de alto impacto, de los “valores” en pro del consumo como actividad satisfactoria de la realización personal están muy presentes y refulgen en toda la actividad del conglomerado social guatemalteco. Acaso nos alcanzó la normalización de las conductas anormales que subyacían como prácticas reducidas y de bajo impacto y que han encontrado las condiciones para manifestarse como prevalentes ante una sociedad desgastada o destruida en su estructura y en su “pacto social” entre sus individuos que la ha llegado a convertir en un cuerpo laxo, voluble y permisivo. Esto lo entiendo desde la paulatina entrega de la soberanía ciudadana producto de la represión, persecución y muerte en las últimas décadas, no queda nada o casi nada del deseo de participación ciudadana dando lugar con ello a la resilencia en que hoy de una u otra forma vivimos.
Hoy un cuerpo de individuos que tratan de evitar estar en el lugar equivocado, de sobrevivir ilesos el día a día, nos oponemos a luchar, a presentar batalla al monstruo que nos devora, nos arranca a pedazos sin mayor respuesta que un llanto leve y amargo de la impotencia de haber fracazado en el intento por sobrevivir, viendo como la prole se queda en el campo improvisado de batalla urbana, en donde quedamos al final como peces en pecera, al alcance de la mano garroza de nuestros victimarios; solos a veces en esta lucha y prontamente apagados ante la desesperanza y de saberse solos, ocultando las palabras, las voces, los gritos, las exigencias porque el enemigo tiene oídos en la propia casa, en la pequeña comunidad; hoy igual que ayer es mejor reservarse el comentario porque el “oreja” de alado puede trasladar la información menos conveniente para nuestra salud e integridad física. Ya hay muchos muertos con familiares y amigos silenciosos que se limitan a comentar en vos baja, tenue y difusa la verdad repartida de la tragedia.
En este momento de la historia somos un cuerpo de individuos que tratan de evitar estar en el lugar equivocado, de sobrevivir ilesos, de pasar a la siguiente generación en donde las condiciones sean mejores para la prole, muchas veces convirtiéndose en figuras egoístas frente al dolor y el sufrimiento ajeno, en donde vivir en sociedad sigue siendo la mejor opción porque la soledad seguramente le mostrará como presa aun más fácil para las jaurías criminales de nuestra sociedad.